lunes, 17 de diciembre de 2012

Sin fin

No se puede salir del encierro que impone la carne.
Al final de la ruta, donde el humo arrecia, lo último que queda
es el alivio personal, la paz del individuo,
y un legado que promete mejorar con el tiempo.
 
Nuestra carne está hecha de fuego.
Por eso decimos que podemos respirar claro,
sin culpas,
ni deudas.

La crudeza pasa por la ventana del tren,
comprendo el dolor y más la incertidumbre.

La anomia habla por sí sola.

El viaje no tiene fin,
la crudeza se mete por los poros.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Agazapado


Si todo en lo que creemos se nos hace extraño,
nos rivaliza,
o se disuelve,
prometemos no enterrar nuestras cabezas
entre las raíces,
esquivos.

Ahí hay un camino,
y allá hay un camión,
no puedo decirte cada detalle con exactitud,
pero sé que hay unas montañas,
y también montañas pequeñas, de escombros,
y de rocas.
Sin principio ni fin,
esta historia me devora,
y yo la devoro, recto o zigzagueante,
con acciones siempre similares,
como sabiendo lo que siempre hay que hacer,
sin cansancio, sin transpiración,
en un laberinto de espejos cuyo camino ya me aprendí.

Luego, es un transcurrir de acciones,
ahora sí con cansancio, con dolor,
con sufrimiento,
arrastrado, con el torso desnudo,
y en la espalda rayadas las marcas del castigo del tiempo,
del tiempo del castigo.
Arrastrado voy por otros.
Sus caras aún no las conozco,
son las caras de los poderes,
da igual si visten trajes o uniformes verde oliva.
El sol no me deja ver,
alucino,
imagino así el lugar en el que viviría
si pudiese levantarme.