miércoles, 6 de febrero de 2013

Entrevista a Ariel Prat

Unos meses antes de fin de año y poco después de editar Orgullo de barrio, el músico Ariel Prat se prestó para una charla telefónica. La revista Área Urbana publicó parte de la entrevista, pero acá va la versión completa.



Hay un fuerte contenido barrial en mi música”

El músico Ariel Prat y el barrio porteño de Villa Urquiza son casi una unidad, una síntesis. No por nada el poeta murguero bautizó Orgullo de barrio a su última producción discográfica, en la que compila una veintena de canciones de su repertorio, incluidas algunas grabadas en vivo.

A Roberto Ariel Martorelli se lo conoce más por su nombre artístico, Ariel Prat. Una reseña de prensa difundida poco después de la salida de su último trabajo discográfico, Orgullo de barrio, lo definía como “un músico con barrio y esquina en la sangre, de carácter popular y gran presencia escénica”. También como “cantante y murguero de alma”, e incluso se refiere a él como “juglar, negro, zurdo, poeta”. Y según señala el sitio www.rock.com.ar, el propio Ariel ha definido a su música como “tango milonga de corte murguero”.
Entre las múltiples creaciones, colaboraciones y andanzas artísticas de este poeta y cantante, probablemente lo más conocido por quienes no se han detenido en su trabajo sea su vínculo con Bersuit Vergarabat, consolidado con distintas composiciones elaboradas junto a algunos de sus integrantes: Al olor del hogar, El zurdito, Milonga de las quimeras, Llamados de la bestia, Las pibas de Urquiza, Viene alumbrando la esquina y Negra murguera, con Juan Subirá, y Rumba y tres saltos, con Pepe Céspedes. Todas esas canciones, excepto Negra murguera, fueron incluidas en el último álbum. Además, en 2012 se publicó su libro de poemas Curiosidad y azar. Versos de trashumante.

¿Por qué se llama Orgullo de barrio el disco?
El disco se venía madurando, venía entibiando sueños al jadear, como diría “el flaco” (Luis Alberto Spinetta, en la canción Los libros de la buena memoria). Se iban acumulando discos y colaboraciones, mucha gente fue llegando al universo de mi música con la carga de que mis discos son difíciles de encontrar, ya sea porque están agotados o descatalogados. La idea era hacer un paneo de más de 20 años de música grabada y agregar algún detalle en vivo, para incorporar la intensidad del directo, con la gente. Orgullo de barrio es el nombre de un tema que no está en este disco, forma parte de un álbum que salió en España pero no en la Argentina. Hay algo de eso, mi orgullo es salir a mostrar lo que he aprendido y qué me ha generado música y poesía, me lo ha dado el barrio. Todo eso de algún modo te dicta cómo actuar, se lleva en la sangre, en la genética. Yo llevo el barrio metido, hay un fuerte contenido barrial en mi música, no puedo negarlo. ¡No puedo poner “orgullo de Jockey Club” (risas).

¿Qué es para vos Villa Urquiza?
Es el barrio que amo, donde me crié. Luego hubo mudanzas hasta llegar a Soldati, donde viví los últimos años de mi adolescencia. Llegamos ahí porque mi viejo consiguió un departamento en un monoblock, después de que los militares nos desalojaran, en tiempos de la última dictadura. Fue raro pasar a Soldati, al humo de la quema, a las moscas, es un contraste fuerte. Siempre fuimos gente pobre, pero ahí parecía otro mundo. Soy experto en camiones y mudanzas.

¿Dónde vivís ahora?
Cuando vengo (actualmente reside en España), paro en Once, pero estoy tratando de instalarme en Urquiza, o en alguno de los barrios cercanos y parecidos, como Villa Ortúzar, Agronomía o Parque Chas. Más allá del barrio que sea, el entorno uno lo manifiesta: tengo una poesía que se llama Las dominicanas, donde expreso que estallan por sus culos como el mármol del monumento en Miserere. El Once es como Blade Runner.

En Urquiza se está construyendo mucho, pareciera que está mutando la fisonomía del barrio, ¿no?
Eso pasa en una zona de Urquiza, pero hay otra parte que se mantiene con su estilo histórico, es una zona muy murguera, donde se destacan grupos como Los Microbios, Los Preferidos y Los Fantoches, además del club Sin Rumbo.

¿Cómo fue tocar en el teatro 25 de mayo, que se reabrió hace unos años en el barrio?
Fue una gran emoción tocar donde mi abuela había bailado y donde yo había ido tantas veces a ver películas, como Nazareno Cruz y el lobo. Estar ahí arriba era como estar acunado, nunca mejor dicho: me sentía realmente local. Significó muchísimo.

Hay canciones tuyas que denotan una marcada identidad barrial, como Las pibas de Urquiza, Vieja calesita. ¿Cuándo y dónde compusiste tu primer tema?
El primero lo compuse en la calle Ginebra, a los 17 años, todavía jugaba al fútbol. Era una cosa muy rudimentaria y primitiva.

Contá algo de tu experiencia como jugador.
Jugué en Argentinos, Chacarita, Excursionistas, Platense, y me probé en River, donde estuve unos meses y me fueron. Me dolió muchísimo eso. Cuando dejé de jugar, a los 18 años, estaba en Platense. Era 11, lo que antes se llamaba wing. A veces me ponían de 9.

Durante un año, mientras River estuvo en la B Nacional, escribiste para Télam una crónica de cada partido. ¿Cómo fue esa experiencia?
Hacía cada semana la columna Te alentaré donde sea, así se llamaba. Fue difícil escribir sobre River, sufriendo tanto y a la vez tratando de no perder la frialdad para hacer el análisis. Pero diría que fue un ejercicio maravilloso. Empezaba la nota siempre con el resultado, luego iba desgranando el partido, y la idea era que tuviera onda, color, y que a la vez graficara bien lo que le pasaba al hincha. Me tocó escribirla en París, después de un concierto; también antes de tocar en la Patagonia, e incluso estando en la cancha. ¡Qué manera de sufrir, por favor! Mi hija, que es muy chiquitita -tiene dos años-, un día se asustó porque me vio sufriendo demasiado.

Hay canciones de cancha que fueron ideadas por vos, ¿no? ¿Cuáles?
La más popular es la de “olé, olé, olé, jugando bien o jugando mal, yo te quiero, es un sentimiento, ¡no puedo parar!” Es distinta a la que cantan las otras hinchadas. Lo paradigmático es que para el hincha de River es muy importante jugar bien, tener buen pie, y la canción habla de jugar bien o jugar mal, como si diera lo mismo. De todas formas para mí es una gran emoción que se haya popularizado tanto.

¿En qué época integraste la barra de River?
Entre los 14 y los 18, primero, y luego volví a los 25 o 26, y estuve hasta el ´94. Ahora voy a platea.

Volviendo a la música, ¿qué estás escuchando?
Me llega mucha música. He estado escuchando a un grupo llamado Proyecto de los ríos. También me gusta Tangó de San Miguel, que es una banda de la ciudad de Paraná; Juan Serén, Amores tangos, Las pibas de China Cruel; la orquesta Misteriosa Buenos Aires. Y me gusta mucho el rock progresivo de los ´70, bandas como Emerson, Lake & Palmer y King Crimson. De todas formas creo que ahora le dedico más tiempo a la lectura.

¿Qué has leído últimamente?
Estuve releyendo Mordisquito, de Enrique Santos Discépolo. También leí Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, y Cuentos para Ulises, que es un libro de un periodista, escritor y conductor de un programa de Radio Nacional de España, Juan Carlos Ortega, con relatos para su hijo. Otro que me gustó es Cercano oeste, de Mariano Hamilton.

No sé por qué, pero te imaginaba leyendo además a Fabián Casas.
Leí uno de Casas, Los Lemmings. Es loco porque me lo regaló una amiga y me dijo “esto es para vos”, como si no tuviera dudas de que me iba a gustar. Sé que viví cosas parecidas al autor: el identificarse con un barrio, ser contemporáneos, crecer escuchando determinadas bandas, aunque yo fui más marginal.