viernes, 31 de mayo de 2013

Entrevista a Antonella Costa

La nota se hizo a fines de marzo y fue editada, parcialmente, en la revista Área Urbana. Acá, la entrevista completa.

Por Agustín Vázquez


Nació en Roma, y también vivió en Córdoba y en Buenos Aires. Con más de 25 películas filmadas, a los 33 años Antonella Costa ya es hace rato exponente del cine argentino en el mundo. Después de tanto rodar, hace solo unos meses descubrió su pasión por la docencia; además, espera el estreno en el país de tres películas que protagoniza, entre ellas Inevitable, la más reciente.


¿Qué te acordás de Roma?
Los recuerdos que tengo de Roma se dividen en dos grupos: unos pocos que me quedaron de la semana que pasamos ahí con mis papás antes de venir a la Argentina, y los que me quedaron de mis viajes a esa ciudad desde los 18 años en adelante. De la primera etapa, rescataría un recuerdo muy vívido que tengo de una noche en la que papá me llevó a Piazza Navona, donde había un festival de música o no recuerdo qué clase de evento. Había mucha gente, todos muy animados, y vendían miles de collares fluorescentes que brillaban en la oscuridad. Todo el mundo tenía de esos collares y papá me dio uno también. Recuerdo esa plaza antigua llena de círculos fluorescentes, sentada en los hombros de papá. Tenía cuatro años. Cuando volvimos a la casa comimos un queso riquísimo con forma de trenza.
De la segunda etapa tengo un recuerdo grabado, es del primer viaje que hice a Roma sola, con 18 años. Mi querido amigo Vincenzo Marra, que hoy es un prolífico director de cine y en esa época fue asistente de dirección de Garage Olimpo, me fue a buscar con su motorino y me llevó a ver la Isola Tiberina, el lugar donde nací. Fue muy emocionante, por supuesto. Inolvidable.
¿Y de Córdoba? ¿En qué ciudades de Córdoba viviste y cómo eran tus días allá?
Viví en Córdoba Capital, unos meses en Barrio Kennedy con la familia de mi tía, y después con mis papás en Alta Córdoba. También vivimos una temporada en Alta Gracia, de donde tengo recuerdos hermosos, de mucha libertad y contacto con la naturaleza. Lo mismo que pasaba en Santa Rosa de Calamuchita, donde pasé las vacaciones de verano e invierno durante unos 10 años. El paisaje de la sierra cordobesa es muy inspirador, accesible y misterioso a la vez. Recuerdo cada detalle, la textura de las piedras, el brillo de la mica, la temperatura del río en cada estación, las cascaditas golpeándome en la espalda durante horas, mientras llegaba un perfume a peperina y manzanilla desde el borde del río. Los renacuajos, los benteveos, los sapos. Recuerdo cruzar descalza la calle de tierra para llegar al río. Fueron los días más felices de mi infancia, y fueron muchos. Un lugar para volver siempre.
¿Cómo fue llegar a Buenos Aires?
La primera vez fue con mi mamá, recién llegadas de Italia, a mis cuatro años. Papá iba a venir unos meses después, y nosotras llegamos solas a esta gran ciudad. Yo nunca había visto algo así. Empezaba una nueva vida, yo era consciente de eso. El gigante porteño me deslumbró. Mamá y yo estábamos en un taxi, que iba por la Avenida 9 de Julio. Yo veía por primera vez en mi vida los cientos de carteles luminosos. En esa época se usaban también unos carteles enormes hechos con lentejuelas, no sé si te acordás, brillaban de acuerdo a cómo les pegaba la luz, algo muy especial para un chico. Yo vi todo eso y quise demostrarle a mamá que estaba bien, que asumía que estábamos acá y que había que adaptarse al cambio. Con mucho esfuerzo pensé y dije mi primera frase en español. Mamá la recordó para siempre y me la decía imitando mi vocecita niña y mi acento italiano: “Mirá mamá las luces, todas para arriba, todas para abajo”.
Yo hablaba de tú, porque en casa, en Italia, recibíamos a muchos chilenos, papá es chileno y todos hablaban de tú. Incluso mamá, que era cordobesa.
Si tuvieras que radicarte en otro lugar del mundo, ¿adónde irías y por qué?
Dependería mucho del momento y las circunstancias. Me siento capaz de vivir en muchos lugares diferentes. Amo a la Argentina, y sin duda tiene ese magnetismo que enamora a los turistas y a los locales -me considero argentina- nos hace sentir esa melancolía al alejarnos. Dentro de la Argentina no dudaría en volver a vivir en Córdoba, especialmente en las Sierras.
Y Lisboa es una ciudad en la que me sentí en casa. Me fascina, me atrae. Supongo que mi gran amiga Leon Pinhao tuvo mucho que ver con esa sensación. Es una gran anfitriona y goza su ciudad con un estilo cotidiano, divertido y curioso. Así me la mostró, y siento que podría vivir allá.
Supongo que al estar de novia con un chileno, viajás más que antes a Chile, ¿cuáles son las principales diferencias que notás entre ambas sociedades (la argentina y la chilena)? ¿Y en lo que respecta al cine de los dos países?
Con respecto a las sociedades supongo que la diferencia más visible es la distancia temporal que tiene cada uno de los dos países con su respectiva dictadura militar. En Chile veo procesos creativos, de liberación, de llegada de información del mundo, que tal vez en Argentina vivimos 10 años antes. Pero esa urgencia que tiene la sociedad chilena por ponerse al día en ese sentido también los hace más ávidos de información, y en el cine creo que condensan procesos, que podrían ser larguísimos, en la experiencia de un par de años.
La Argentina es más desordenada pero menos prejuiciosa, menos temerosa del qué dirán. Por supuesto son apreciaciones muy personales, pero esas son las características que destacan desde mi punto de vista.
¿Cuándo llega Inevitable a la Argentina?
A mediados de este año. Tal vez un poco antes pueda verse en algún festival local, además de los internacionales.
¿De qué trata la película? ¿Y cómo es tu personaje?
La película está basada en una obra de teatro de Mario Diament, Cita a ciegas, que tuvo muchísimas puestas y un gran éxito en varios países. Es la historia del amor obsesivo que siente el personaje de Darío Grandinetti por mi personaje. Nuclea esa y otras historias paralelas un tercer personaje, un homenaje a Borges que encarnó Federico Luppi. La película está ambientada en los años ´80, y Alicia, mi personaje, es una escultora. Una artista que trabaja con materiales como metales soldados y vidrios rotos. Es una mujer que busca la felicidad como puede, después de haber sufrido mucho en su vida. Toma decisiones a veces muy conscientes, otras medio caprichosas, pero en esencia es alguien que se propone tomar las riendas de su propia vida y no estancarse.
Comenzaste en febrero a dar clases de actuación ante la cámara. ¿Cómo describís esa experiencia?
Estoy fascinada. Descubriendo una vocación que tenía oculta. Disfruto de enseñar y aprendo junto a mis alumnos. Me sorprendo con cada paso, cada evolución de cada uno de ellos, sus dones. Cada uno trae algo especial, algo que nos ocupamos de potenciar para que cobre cada vez más brillo, y en paralelo enfrentamos bloqueos, desarrollamos técnica, nos acercamos al universo audiovisual desde varios ángulos, para lograr interpretaciones coherentes, realistas y creativas. Estoy dando varios talleres permanentes en Buenos Aires, y también seminarios de dos jornadas en ciudades como Córdoba, Rosario y La Plata.
En una nota, en Pura Química, hablabas de la necesidad de crear circuitos alternativos de cine, en salas, centros culturales, cineclubes de Buenos Aires... ¿estás con algún proyecto de ese tipo actualmente?
Sí. Estoy trabajando junto a la Embajada de Chile en Argentina y a la dirección de Asuntos Culturales (DIRAC) de Chile en una nueva edición -tercer año consecutivo- del Ciclo de Cine Chileno Contemporáneo en Buenos Aires. Eso generó bastante movimiento de cine chileno en nuestra ciudad. De hecho se están estrenando muchas más películas de ese país que antes, prácticamente no llegaba ni una.
También tengo un proyecto de revalorización del cine de Marco Bechis -director, entre otras, de Garage Olimpo-, para lo que estoy buscando fondos, pero que sin duda se materializará en un circuito de espacios alternativos.
¿Qué trabajos están ocupando tu tiempo, aparte de las clases que das? ¿Y en qué películas/obras/etc. te veremos en el futuro?
Estoy por empezar a ensayar La dama de las camelias, donde voy a interpretar a Marguerite Gautier, con dirección de Raúl Brambilla, aunque se estrenará, creo, no antes de agosto.
Voy a filmar al menos una película este año, aunque por ahora no puedo adelantar nada.
Además espero el estreno de Las mariposas de Sadourní, una película excelente que está teniendo mucho éxito en festivales extranjeros pero todavía no se ha visto en la Argentina. También este año se estrena Inevitable, y Olvídame, de Aldo Paparella, que protagonizo junto a Gonzalo Valenzuela y Carlos Kaspar.
En TV espero la salida al aire de Boyano, que fue la única comedia premiada por Contenidos Digitales Abiertos (CDA) el año pasado. Por fin me di el gusto de hacer comedia y de muy buena calidad.
Si dividiéramos al cine por nacionalidad, ¿con qué cine te quedás?

Es dificilísimo elegir. Sería necio, por ejemplo, dejar afuera de la consideración a Estados Unidos. Aunque haya mucho de su cine que no me interesa, sin duda ha tenido una llegada e influencia fundamentales en la historia del cine. Pero dispuesta a jugar, tal vez me quedaría con el cine francés: calidad en una gran variedad de géneros, trascendencia de sus movimientos, presencia de genios creativos en todas las épocas, una estética muy particular, actores fascinantes. Sí, Francia sería mi país elegido por su cine.

lunes, 13 de mayo de 2013

El peso invisible de las voces


Así como se dijo
en un momento
que lo que estaba en juego
era la verdad,
hoy está en juego
el discernimiento,
la valoración
de los hechos.
Y detrás de cada pista
interpretada,
se encuentra la verdad
de cada quien.

Cada quien huele,
explora
según su olfato lo guíe,
interpreta,
discierne,
valora,
y postula la verdad.
La suya.

Así las cosas,
hay verdades
que dichas más fuerte,
podrán hacer temblar
a las otras,
hasta convertirlas
en mentiras,
en falsas verdades,
o, pero aún,
en errores.

La tierra tiembla
con cada verdad.

Con cara de verdad.