La
sangre nos queda en la memoria.
Charcos
que alborotan y mezclan aguas y burbujas junto a nuestros pies en una
noche.
Manchas
de sangre opaca sobreviven escondidas en islas de la memoria.
Nos
martillan las fibras justo cuando queremos ignorar al error.
Eludirlo
siempre no es posible.
Las
sombras como sangres se acercan,
y
unidas, vuelan como una flecha
para
cortarme el sueño en horas oscuras.
Con
la cabeza transpirada, me muevo y no sé si avanzo
por
los pasillos de mi casa, que parece un túnel (redondo).
En
la mañana más temprana y urgente,
con
la transpiración seca y congelada,
dudo
de todo. No sé qué es verdad y qué mentira.
Pasado,
presente y futuro son una gran incógnita difícil
de
digerir.
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