Las
gárgolas miran y ven,
de
las grietas de las paredes emerge el pasto.
Significado
mínimo.
De
cada intervención se sospechan segundas intenciones,
algo
que camina lento por entre muros y telas.
Opaco,
gris, lejos de casa.
Se
necesita un gran cuchillo bien afilado
para
perforar la coraza de ese hielo.
Solo
en mis manos el cuchillo no hiere,
pero
sí pesa,
aunque
no haga ruido al portarlo.
Deseos,
anhelos,
No
busquen más círculos cerrados.
La
ruptura de lo que podría haber sido
socava
ánimos.
Mucho
tiempo, pocas ganas.
Una
fórmula agridulce, áspera,
acompaña
indolente y sin pausa
cuerpos
errantes.
Lo
bueno,
o
lo malo (según qué ojos miren)
es
que el camino, corto, traza un surco
que
culmina donde había empezado.
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