A
principios de diciembre, la revista Billboard Argentina publicó una
entrevista al músico, baterista y productor Hernán Aramberri, que
integra la banda del Indio Solari. Cabe aclarar que la nota salió
antes del recital que el Indio dio en Mendoza el sábado 13 de
diciembre. Abajo va la charla completa.
“En
ningún show hay improvisaciones”
Productor,
director musical y baterista de Los Fundamentalistas del aire
acondicionado, Hernán Aramberri lleva más de 20 años de trabajo
junto al Indio Solari. Él y su compañero de banda Gaspar Benegas
recorren el país tocando y dando charlas sobre música. Este mes los
dos vuelven a subirse a un escenario con el excantante redondo.
Por
Agustín Vázquez
Hace
unos años se filtró en internet un video con las imágenes y audio
de unos de los recitales que Los Redondos dieron en el estadio de
Racing en diciembre de 1998, cuando presentaron el álbum Último
bondi a Finisterre. Quienes
vieron esa filmación -para nada amateur- tal vez recuerden que luego
de los tres primeros temas se puede escuchar al Indio decir: “De
aquí en más, nos van a dar una mano Hernancito Aramberri, el
adorable, y el inevitable Conejo Jolivet”. Habían pasado El
pibe de los astilleros,
Un ángel para tu soledad y
Cruz diablo, y después de esas
canciones iba a venir una seguidilla del disco que recién habían
editado. Esas composiciones novedosas requerían para su
interpretación en vivo de la ejecución de dos baterías, y por eso
en ese video se puede ver no solo a Walter Sidotti sino también a
Hernán Aramberri, cada uno con su set, ambos al fondo del escenario.
Gabriel Jolivet, más conocido como “el conejo”, colaboró en
esas dos noches en el cilindro de Avellaneda como guitarrista,
complementándose con Skay.
En
ese momento, Aramberri tenía 32 años y llevaba prácticamente una
década dedicado al estudio y difusión de la tecnología MIDI en la
música. Además, contando a Último bondi...,
había trabajado en tres discos de Los Redondos y colaboraba con el
grupo desde hacía seis años. En 2000 trabajó con el grupo en Momo
sampler -última placa de
Patricio Rey- y una vez disuelta la sociedad Indio-Skay, siguió
ligado a Solari, al punto de llegar a ser productor y director
musical de Los Fundamentalistas del aire acondicionado, la banda que
acompaña al Indio desde 2005. Aramberri, que se formó en la
academia de Walter Malosetti, es a su vez docente y también recorre
el país junto a uno de los guitarristas de Los Fundamentalistas,
Gaspar Benegas, dando charlas sobre música y producción, y tocando
-él en la bata y Benegas con su viola. En pocos días, ambos se
subirán al escenario en el autódromo Ángel Pena, de la ciudad
mendocina de San Martín, junto al exvocalista de Los Redondos y al
resto de la banda, que se completa con el bajista Marcelo Torres, el
tecladista Pablo Sbaraglia, el guitarrista Baltasar Comotto, el
saxofonista Sergio Colombo, el trompetista Miguel Tallarita, el
también baterista Martín Carrizo y las coristas Déborah Dixon y
Luciana Palacios. En la previa del multitudinario show, el baterista
y productor habló de cómo se vive la antesala de semejantes
encuentros con el público, además de lo que implica la producción
de los álbumes y de la experiencia de las charlas que lo llevan a
los distintos rincones de la Argentina.
¿Cómo
se prepara un show del Indio y Los Fundamentalistas?
-Fundamentalistas
tiene una dinámica extraña: por un lado, podés parar seis meses, o
un año, y de pronto tenés un show multitudinario, enorme, y hay que
aceitar esa gran maquinaria, ponerla en marcha. No solo los músicos
lo hacemos, sino que hay un equipo de laburo de veintipico de
personas. Se requiere al menos un mes para la parte musical y todo lo
demás. Todo empieza cuando se junta la raíz de Fundamentalistas
-Marcelo, Pablo, Baltasar, Gaspar y yo. Empezamos con los temas,
vemos cuáles son las novedades, los temas que no hemos tocado, luego
abrimos el juego a los otros músicos, a los asistentes, sonidistas,
ingeniero de sonido, monitoristas, y en un momento nos juntamos en
una sala enorme, que tiene las dimensiones del escenario. A partir de
ahí, se trabaja durante dos o tres semanas más. En ningún show hay
improvisaciones, todo está todo pautado, trabajado, arreglado y
programado.
¿Quién
se ocupa de la lista?
-La
lista final siempre la hago yo. Lo que hay son sugerencias. El Indio
abre el juego, sugiere lo que él quiere hacer. Y hay sugerencias
mías, de Gaspar, de Pablo, Baltasar también suele opinar. Yo junto
todo eso y confecciono el listado. Hay entre cinco y 10 sugerencias,
12 como mucho. Hay que compensar la lista, que esté balanceada, dado
que hay momentos para arriba, otros más tranquilos. En esto tiene
mucho que ver la experiencia, el haber estado con Los Redondos ayuda
mucho a eso, supuso mucho aprendizaje.
En
los shows también toca la batería Martín Carrizo, ¿cuan difícil
es ensamblar los dos roles?
-Hay
temas que no están diseñados para dos baterías, otros que sí. Se
genera una complementación, como ocurría en Redondos con Walter.
Los dos últimos discos -Último bondi... y
Momo sampler- estaban hechos para dos baterías. En los últimos
dos de Indio, solo algunos temas tienen esas características. No es
tan complejo. Artísticamente ya está definido al momento de la
grabación y producción de los discos.
Ya no
tocan en estadios de fútbol, hace rato. Últimamente, solo en
hipódromos y autódromos... ¿qué implica ese cambio para ustedes?
-Sobre
todo cambia en cuanto a la producción y de la banda hacia afuera.
Del umbral hacia adentro, musicalmente, la propuesta siempre fue
súper ambiciosa: presentar la banda, en 2005, en el Estadio Único,
ya era algo tremendo. Sí es una locura hacia afuera, y la exigencia
es alta siempre. Hoy por hoy trabajamos veintipico de personas, y
aparte está la productora, por fuera, asociada.
¿Qué
se hace en esas horas previas al recital?
-Llegamos
un par de horas antes al lugar, para no tener problemas de acceso.
Nos instalamos en camarines grandes, para estar cómodos. A mí me
llevan otra batería para armar y calentar antes. Sobre el escenario
hay unos camarines más chicos, para los intervalos que hacemos. Se
vive con mucha ansiedad, mucha intensidad. Y se percibe mucho la
energía de la gente. El público entra en calor, y uno, que estuvo
laburando un mes, quiere subir al escenario y demostrar. Calentar es
importante, porque arrancamos re contra arriba, con mucha intensidad,
y uno se puede contracturar, sobre todo en la batería.
Más
allá de llevar años tocando, cada noche debe tener su gustito
particular...
-Sin
dudas. Y lo que se vive es tan especial que no podemos estar al
margen. Se da una comunicación muy fluida entre nosotros ya desde
que se conoce una fecha, se va formando el clima. Nunca es igual,
cada show se vive como una fiesta. Vamos hablando con anticipación,
cada uno tiene otros proyectos: Baltasar
toca con (Andrés) Calamaro, anda bastante de gira; Marcelo es de
otro palo, a veces cuesta encontrarnos todos. Y sin embargo, esto nos
mantiene comunicados. Lo mismo se da cuando se viene un disco nuevo.
Poner la máquina en funcionamiento es un factor de alegría.
¿Y
cómo es la producción de los discos? ¿Cómo comienza el trabajo?
-Soy
el primero en llegar y el último en irse. En la primera
etapa, las ideas de Indio se empiezan a volcar en la compu. Se labura
muchos meses con eso. Luego, convocamos a Gaspar, cuando necesitamos
una viola, y él hace su aporte. Todo eso ocurre en Luzbola, el
estudio que Indio tiene en su casa. Está diseñado a mi gusto, con
los aparatos que me gustan a mí, me siento muy cómodo allí.
¿La
idea es que Gaspar reemplace el sonido de teclado o máquina por
guitarras verdaderas?
-Muchas
cosas las hacemos con lo que llamamos “guitarra falsa”. Y muchas
veces producimos sonidos artificiales que finalmente quedan, suenan
mejor así. La forma de trabajo entre Indio y yo en soledad arrancó
en Porco rex, cuando había numerosos artificios difíciles de
reemplazar, y estaban muy bien hechos. Después decidimos qué va y
qué es mejor reemplazar. Cuando viene Gaspar aporta, crea, vuela,
hace solos, hace melodías que el Indio canta. Graba varias tomas y
yo después sigo laburando sobre eso, yo voy tamizando, produciendo,
corrigiendo, jugando.
¿Puede
ser que esta dinámica, de que los músicos pudieran volar un poco,
no se daba en el primer disco?
-Sí,
fue cambiando. Lo que pasó fue que luego nacieron Los
Fundamentalistas. El primer disco prácticamente lo hicimos el Indio,
Edu Herrera -ingeniero, músico y productor- y yo. En Porco rex
ya cambió. En El perfume de la tempestad fue diferente, nos
juntamos con los violeros, empezamos a tirar ideas sobre ciertas
ideas del Indio. En Pajaritos, bravos muchachitos al principio
trabajamos Indio y yo bastante en soledad. Está claro que Los
Fundamentalistas no es un grupo de sesión que solo acompaña al
Indio.
Y eso
que estuvieron dos años y medio sin tocar entre 2005 y 2008...
-El
grupo se consolidó a pesar de no tocar en vivo en ese tiempo porque
hicimos un trabajo en lo humano, los cinco. No nos conocíamos cuando
nos juntamos en 2005. Y después de los primeros shows, mantuvimos la
conexión personal.
El
Indio ha dicho que cada vez le cuesta más dar los shows...
-Hay
que pensar que siempre es el último, como pensábamos con Los
Redondos...
“La
primera y la última noche”, decían.
-Y
hasta que con Los Redondos un día fue el último...
Y
nadie sabía que iba a serlo (N.: el último recital de Los Redondos
fue el 4 de agosto de 2001, en la ciudad de Córdoba, en el estadio
Chateau Carreras, hoy llamado Mario Alberto Kempes).
-Nadie
sabía... por eso digo que tratamos de disfrutar todo el proceso,
desde que se confirma una fecha. Cada uno es único.
¿Cómo
fue el encuentro con “Semilla” Bucciarelli,
Sergio Dawi y Walter Sidotti?
-El
reencuentro fue una oportunidad única de devolverles todo lo que
ellos me habían dado cuando yo trabajé con Los Redondos. Fue muy
especial recibirlos, abrirles las puertas, asegurarme de que se
sintieran cómodos, que tuvieran todo a disposición. Y que convivan
con nosotros ese mes de ensayo. Los Fundamentalistas no los conocían,
fue un flash para ellos estar
con esos tres monstruos que habían estado en Los Redondos. Yo quería
demostrar con hechos el agradecimiento por aquellos años. Fue muy
emocionante compartir tantos días juntos. Son personas tremendas.
De
cara al recital de diciembre en Mendoza, ¿habrá alguna sorpresa?
-No que yo sepa... ¡pero nunca se
sabe! (risas).
¿Alguna
canción redonda que no haya sonado y ahora sí...?
-De la lista, solo digo, como siempre,
que va a haber novedades, nada más que eso... (N.: en el recital del
13 de diciembre en Mendoza, sonaron Drogocop, Pogo,
Roxana Porchelana, Una piba con la remera de Greenpeace
y Etiqueta negra, nunca antes interpretadas por Los
Fundamentalistas).
¿De
qué manera comenzó tu relación con la tecnología?
-Finales
de los ´80 fue una época, en la Argentina y en el mundo en general,
de mucho aparatito electrónico, de mucha tecnología MIDI. En ese
entonces, empecé una banda con mi amigo Damián Torrisi, hoy en día
dueño del estudio Bourbon Records: jugábamos con las máquinas, con
los samplers -muy rudimentarios en aquel entonces-, con cajas de
ritmos. Y en los ´90 se dio el auge de la percusión electrónica. A
mí me contactaron de una empresa que había importado algunos
equipos, para que diera cursos sobre su uso, así que investigué un
poco más y de esa manera empecé una relación con la mayoría de
los bateristas de la Argentina: Charly Alberti -que ya venía usando
tecnología-; Oscar Moro, cuando fue el regreso de Serú Girán; con
la gente de Los Pericos, de Los Auténticos Decadentes, y muchos
otros. Y también vino Walter Sidotti: Indio y Skay querían mejorar
el sonido; el Indio, muy inquieto siempre, vio la propuesta de las
máquinas y lo mandó a Walter a averiguar. En una casa de música le
dieron mi contacto. Ellos estaban trabajando en lo que sería Lobo
suelto-Cordero atado. Le sugerí que compre un aparato y después fui
al estudio Del Cielito, ahí los conocí. Al poco tiempo tenían
programado un show en el Centro de Exposiciones, entonces Skay me
consultó si esa tecnología se podía replicar en vivo, yo le dije
que sí, yo ya lo hacía, y toqué por primera vez con Los Redondos
en esa oportunidad. Después colaboré en la producción de Lobo
suelto..., Luzbelito,
Último bondi... y Momo
sampler.
¿Cuan
exigente es la música del Indio para la producción y el uso de las
máquinas?
-Siempre
es exigente, por la propuesta y por nosotros, siempre queremos hacer
mejor las cosas. No lo pienso como exigencias en términos de
presión, sino de motivación.
¿Es
todo importado lo que tiene que ver con tecnología MIDI?
-Productos
nacionales no hay. Pero los instrumentos electrónicos van muriendo,
la computadora se los va fagocitando. Aún así, Fundamentalistas es
un refugio de instrumentos electrónicos, vintage a esta altura. En
el directo no usamos computadoras, usamos teclado, sampler. El
sistema troncal de la tecnología lo diseño yo, y Pablo ejecuta en
vivo con teclado. Hasta las luces están programadas en los shows.
Pablo colabora e interviene, sabe un montón. Damián Torrisi también
trabaja con el grupo, sabe mucho más que yo de MIDI, es el
responsable de armar todo eso sobre el escenario. Mi sugerencia es
usar samplers, tienen un sonido especial. El instrumento MIDI está
pensado para hacer música, y una computadora no es un instrumento,
sino que es una máquina que está adaptada. Mientras tengamos
aparatos de música, vamos a usarlos.
Respecto
de las fechas junto a Gaspar, ¿cómo es la recepción de la gente?
-A veces
se habla de clínica, pero parece que fuera para músicos solamente,
así que yo prefiero decir que son charlas. También hacemos clases
para músicos, aparte, para bateristas y violeros. La devolución de
la gente es impresionante, hay mucho respeto, cariño y un
agradecimiento mutuo. La idea nuestra no es solo tocar en grandes
ciudades, sino en todos los lugares posibles e ir tendiendo redes.
Hemos ido a pueblos de 4500 habitantes. Acá (en Buenos Aires) hay
una sobre oferta, por eso se me ocurrió llevarlo a todos lados. No
solo tocamos canciones, también mostramos el rol del productor. E
invitamos a artistas producidos por nosotros, como Las Manos de
Filippi -han sido producidos por Damián y por Gaspar, que además es
parte de la banda-, la cantante Valentina Cooke -producida por
Gaspar-, Salta la banca -Gaspar trabajó en sus dos últimos discos-;
Pablo Sbaraglia, de Los Fundamentalistas, en cuyo proyecto solista
hemos trabajado Damián y yo-; entre otros. Entonces en esas charlas
hay canciones de esos artistas, además de algunas de Indio y también
de Redondos. Y también hay shows sin charla, como se ha dado en
Niceto, en Palermo. En el último que hicimos ahí estuvo
Semilla, hizo dibujos digitales en tiempo real, mientras sonaba la
música.
¿Cuál
fue tu formación?
-Primero
fue formal, fui a la Academia de Walter Malosetti. Empecé a estudiar
con Javier Malosetti, bajista que en ese momento era baterista. Él
me introdujo en la batería. Era muy importante la contención de la
familia Malosetti, estaban pendientes de guiarte, acompañarte. Y eso
te da un impulso para seguir. A fin de año, se hacían fiestas en
teatros grandes, salas con 500 o 600 personas, te preparaban para
tocar en esas oportunidades. Después, con la tecnología, fui
autodidacta.
¿Y
en cuanto a la docencia? ¿Dónde la ejercés?
-Siempre
de particular. Me interesa lo humano, el proceso personalizado. Hay
alumnos que arrancan a los 15 y terminan a los 22 o 23, y así uno
conoce mucho de ellos. Aprender un instrumento lleva muchos años.
Por
último, teniendo en cuenta tu rol como productor musical ligado a la
innovación tecnológica, ¿qué opinás de la grabación
analógica, de la cinta abierta? Hay una tendencia a volver a eso, al
menos algunos lo intentan, y hay quienes sostienen que se escucha
mucho mejor, que no se comprime el sonido y demás...
-En
el arte todo vale y aquel artista que considere que lo analógico es
la mejor forma para plasmar su arte, lo debe hacer, está perfecto. A
mí me ha tocado participar de muchos proyectos en los que la
tecnología ha sido un gran aliado; me gusta lo que pasa
digitalmente; obviamente, cuando escucho algo analógico, noto las
diferencias, no necesariamente ventajas. Por el estilo de música que
hacemos nosotros, por el estilo de música que me gusta, digo que lo
digital es la manera que elijo yo. Las herramientas que hoy tenemos
son espectaculares. Pero
insisto, no critico la vuelta a lo analógico, cada artista piensa,
imagina y expresa su arte como cree mejor. Para algunos, puede que lo
digital sea un impedimento, no es mi caso. Tampoco me considero
purista, soy un buscador, un inquieto. Yo no me imagino produciendo
analógicamente.
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