Libertad e irreverencia rioplatenses
Agarrate
Catalina, murga uruguaya fundada en 2001, ya recorrió los cinco
continentes con sus espectáculos conceptuales, llenos de ironía y
humor en sus letras sobre temas políticos y sociales, y el baile,
vestuario y maquillaje propios del género.
Por Agustín Vázquez y Lisandro Vives
“Una
vez escuché a un político que decía: ´No importa lo que te
pregunten, vos decí lo que tenés para decir´. Yo no comparto esa
lógica tractor, de doma. También hay que escuchar”, dice Tabaré,
que considera que se vive “un tiempo de mucha intolerancia a nivel
mundial”. Yamandú explica: “Eso es completamente contrario al
camino que queremos recorrer, de encuentro, de conexión”.
Suena
paradojal, dicho por los dos referentes de uno de los grupos más
icónicos de la murga rioplatense, género que en buena medida se
define por su irreverencia, ironía, por la vehemencia de sus textos,
que pintan la realidad humana. Ellos son Tabaré y Yamandú Cardozo,
hermanos y fundadores de Agarrate Catalina, la murga más conocida a
nivel mundial. Talentosos y hábiles para los couplés, saben
explicarlo en el marco de una entrevista periodística.
Tabaré,
el mayor, ahora está enfocado en la difusión de su último disco
solista, Malandra,
un trabajo que se caracteriza por la murga-canción pero en clave
rockera y que, con el apoyo de la Catalina, se viene presentando
todos los jueves de mayo en el teatro ND Ateneo. El conjunto uruguayo
-”ese monstruo de 27 cabezas”, como dice Yamandú en alusión a
la cantidad de gente que lo compone- ha sido noticia más de una vez
en los últimos meses, tanto por la gira mundial de 2014, que los
llevó, por ejemplo, a China, Rusia, Egipto, Japón, Corea,
Australia, Alemania, Italia, España y Estados Unidos; como por no
haber pasado la prueba de admisión para el Carnaval de Montevideo de
2015. A su vez, está previsto que este año presenten un nuevo
espectáculo: Un día
de Julio.
En
muchas de las ciudades de la gira que los llevó a dar la vuelta al
planeta, las pantallas exhibían una traducción simultánea en el
idioma local, algo indispensable teniendo en cuenta la relevancia que
tiene en la murga lo que se canta. Además, en la pantalla y en los
programas de mano que se le daban al público, se avisaba a la gente
que las caricaturas se le iban a aparecer, le iban a faltar el
respeto, la iban a incomodar; que cualquier parecido con la
coincidencia era pura realidad, y que se quedaban a ver el
espectáculo bajo su propio riesgo.
¿Qué
representó para el grupo la gira del año pasado?
Yamandú
Cardozo: -Hubo un año y medio de armado, aproximadamente, con mucha
expectativa, ilusión, misterio, ansiedad. Era un salto al vacío.
Había ahí algo de irresponsabilidad, de arrojo, era algo desmedido
ir a lugares tan distantes en todo sentido. Fuimos a países en los
que uno quisiera quedarse, pero de los que se va al poco tiempo para
seguir por otros destinos. Era importante encontrar los canales, los
anzuelos, y en todos los lugares nos comprendieron, nos devolvieron
la otra parte del puente, la completaron. Es esperanzador para
cualquier expresión artística y popular. No había bandera adentro
de las salas donde actuamos, nos dio a entender que hay puntos en
común en el arte, aún con una expresión tan vinculada a un sector,
a una cultura puntual, de un país pequeñísimo.
Tabaré
Cardozo: -Me acuerdo de estar actuando en Corea. Estábamos
disfrazados, maquillados, pintados, tocando un ritmo que no conocían,
con un coro polifónico, con una traducción simultánea, pero así y
todo esos niños coreanos a la orilla del tablado no estaban
distraídos, sino en trance. Ahí había algo que trascendía el
texto, a pesar de que es algo esencial en la murga. El arte tiende
lazos entre los humanos.
Muchos
de esos países no tienen nada que ver con lo rioplatense y con la
murga, ¿cómo saber que quizás algo dicho podía caer mal?
TC: -La
murga es algo muy uruguayo, y Uruguay es un país muy libre, uno de
los más libres del mundo en cuanto a libertad de expresión:
cualquiera puede decir cualquier cosa de cualquiera, de hecho las
murgas se basan en eso, decir lo que sea sin fundamentos. Es un
código aceptado, pero es cierto que los parámetros no son los
mismos en otros países. Nosotros pretendemos que la caricatura no
lastime, sino que sane, que cure, que haga bien. Es difícil que un
chiste no le moleste a nadie, entonces hay que ver quién es el otro,
el interlocutor. En la gira no hubo problemas.
YC: -Es
normal escudarse en la licencia salvaje que da la murga, pero hay que
tener cuidado.
¿Cómo
es componer en un grupo tan numeroso? ¿Cómo ponerse de acuerdo?
YC:
Escribir pensando en más de 20 cabezas es un ejercicio constante y
muy lindo. Es necesario consensuar. No hay nada que cante la Catalina
con lo que no acuerde todo el grupo: si hay algo que jode a uno, se
baja.
En la
Argentina hay muchísimas expresiones artísticas, pero ninguna
interpela tanto a la política como lo hace la murga en el Uruguay.
¿Por qué creen que es así?
TC:
-Creo que tiene que ver con el desarrollo grande que ha tenido en la
Argentina el teatro de revista, el teatro popular en general y la
televisión. En Uruguay, estamos en la prehistoria de la televisión
y en la prehistoria del cine. Además, hay una diferencia de escala
geográfica y demográfica: la principal ciudad de Uruguay
-Montevideo- es como Rosario o Córdoba. Los artistas callejeros
tienen que tener un espacio alternativo, y en ese contexto el teatro
no alberga lugar para ellos, la televisión tampoco. Los grandes
humoristas del barrio que no accedían a los medios ni al mercado
empezaron a ir a los tablados, y la gente fue a ver eso. Creo que
también se explica por cierto espíritu libertario del pueblo a la
hora de escuchar las irreverencias que la murga tiene para decir.
¿Hay
algo que han cantado y que hoy no dirían?
TC: -Sí,
hay. Por ejemplo, un couplé que hicimos sobre un exministro de
Economía, del Partido Colorado, Alberto Bensión. Decíamos cosas
muy duras sobre el tipo, con nombre y apellido. Muy tajante era.
Respondía a una época, a una guerrilla cultural que teníamos en la
cabeza en ese momento.
YC: -O
La travesaña.
No hubo intención estigmatizadora ni discriminatoria, pero no lo
volveríamos a cantar.
TC:
-También somos contradictorios, somos mutantes, y mejor que así
sea. No estamos atados a ningún dogma, ni a un estilo inamovible.
También cambian las cosas que nos hacen reír.
En la
historia del grupo, un cambio paulatino pero grande tuvo que ver con
la convocatoria, la masividad. ¿Cómo explican eso?
YC:
-Pienso que influyeron la temática humanista, atemporal y universal;
la edad nuestra; el hecho de conjugar caminos, recorriendo lo
tradicional con un nuevo contenido; el momento político en el que la
Catalina despega, con la llegada del Frente Amplio al Gobierno; el
ser una murga cooperativa de jóvenes desconocidos...
TC:
-Hemos pensado mucho en los motivos y las causas. Nunca encontramos
una única causa, y tampoco creemos que la suma de esas posibles
razones nos dé la respuesta. Es difícil para nosotros desandar el
camino hacia atrás para entender el proceso, no hay manera ya. Al
principio fuimos condenados por ser demasiado tradicionalistas, y
cuando entramos al Carnaval fuimos condenados por los puristas por
ser demasiado jóvenes, o demasiado transgresores. Estuvimos y
estamos muy solos dentro del fenómeno del Carnaval: tenemos en
contra al establishment y ahora también tenemos en contra al under,
que condena la masividad y el éxito. En un país chico, resentido,
con una apología del fracaso muy grande eso es condenado por un
círculo chico de colegas. Pero la gente que está fuera del
micro-mundo se volcó masivamente a la Catalina.
YC:
-Pero además, en 2004, el Carnaval empezó a ser televisado para
todo el país. Y en los siete años siguientes, la Catalina ganó
cuatro veces. Nunca pasó que una murga se metiera en todas las
casas.
Yamandú
mencionó el contexto político, pero eso también jugó en contra,
generó recelo.
TC:
-Hemos sido acusados de un vínculo con el poder político, y nos
dolió mucho. No estamos atados a ningún dogma, nadie nos baja línea
sobre nada. Para nosotros no hay nada más preciado que la libertad,
y cuando te casás políticamente con alguien, perdés un poco tu
libertad. Por eso no aceptaríamos estar atados a decir algo por
alguien. No vamos a hacer nunca un panfleto político desde la murga,
ni proselitismo u operaciones. Lo que pasa es que el Pepe (Mujica,
hasta hace muy poco presidente del Uruguay) ha tenido mucha simpatía
con nosotros y lo ha manifestado, pero se malinterpreta. Nunca
sacamos ningún partido de eso. De hecho no pasamos el concurso del
Carnaval.
¿Qué
creen que ocurrió con el concurso?
YC: -Ya
esperaba un carnaval hostil. El microclima dentro de la institución
Carnaval ya estaba difícil. Estaban siendo muy hostiles con nosotros
en los últimos años, sobre todo en 2012. Por eso yo no esperaba
mucho.
Pero
no esperaban que la consecuencia fuera la que fue...
TC:
-Claro. Sabíamos que iba a ser un homicidio, pero fue especialmente
agravado. Eso te quita las ganas y la alegría. Había un caldo de
cultivo negativo desde 2008. Las causas y el hecho no me molestan
tanto, era previsible, pero sí cómo responde la sociedad ante el
éxito. La sociedad uruguaya no está preparada para eso, está en
una suerte de adolescencia. Nunca una banda uruguaya había recorrido
el mundo, algo parecido pasa con No te va a gustar y La Vela Puerca,
que llenan estadios y son injustamente condenados. Tengo la esperanza
de que eso va a cambiar. Y estamos tranquilos porque crecimos sin
manipular nuestro producto para comercializarlo, ni para masificarlo
ni para ganar un concurso. También hemos recibido críticas de gente
del teatro, del cine, de la música, algunos muy prestigiosos y
queridos; críticas por ir a lugares a los que supuestamente no nos
correspondía ir, como el teatro Solís, de Montevideo. Creían que
perdían lo suyo a manos nuestras, como si fuésemos un pichón que
se comía su nido y los otros nidos, de los otros pajaritos. Uno no
está preparado para que los enemigos sean los artistas. El concepto
de futbolización es terrible, el arte no debe tener esa lógica.
YC:
Hoy en día podemos preparar los espectáculos sin estar relojeando
el carnaval, sus estructuras ni su lógica.
TC:
Solo nos interesa cantar nuestras... dudas, porque ni siquiera son
verdades. Y ser libres, artísticamente y en todo sentido. Poder
decir lo que pensamos y sentimos, sobre los temas que nos interesan,
somos seres preocupados por la humanidad doliente, por el bicho
humano. En la isla del Doctor Moreau no somos el doctor, somos los
bichos. Somos victimarios y víctimas de las caricaturas que
componemos: criticamos a los uruguayos, ¡pero más uruguayos
nosotros no podemos ser, nos llamamos Tabaré y Yamandú! Así que
eso es lo que importa, no lo otro... yo tengo ganas de hacer el amor
con una señorita, no de ver quién la tiene más larga; para eso
Dios nos puso un pito, no para andar comparando. Yo quiero disfrutar,
no meterme en un puente chino donde recibo escupitajos, patadas,
codazos porque sí, por razones políticas, artísticas, estéticas o
las que sea.
YC:
La gente te para y te dice “por fin, ahora sí volvieron a ser la
Catalina”. Y nunca dejamos de ser nosotros. Pero en el imaginario
tal vez hay una idea de lo que sos y de lo que debes ser, y pretenden
que uno no se mueva de un lugar. Pero la inmovilidad es la muerte
para un artista.
TC:
No hay homogeneidad en el público. Hay un cuento que dice que un
viejo, un nene y un burro van cruzando un puente. Va el niño arriba
del burro, y el viejito al lado. La gente que pasa dice “mirá a
este niño, qué desconsiderado, él es joven y saludable, y hace
caminar al viejo”. Se sube el viejo, y los que pasan comentan “qué
vergüenza, hombre grande, hacer caminar así a un chico”. Así que
se suben los dos al burro, pero la gente que se cruzan los critica
por maltrato animal, de manera que se bajan los dos. Enseguida, los
que andan por ahí los tildan de tarados: “tienen un animal y ni lo
usan, se cansan caminando”. El viejo y el niño terminan tirando al
burro desde el puente. Por eso digo que si hacés lo que la gente
dice, terminás tirando al burro. Es buenísimo que la gente te
elija, pero el artista tiene que ir más allá del ego del aplauso.
YC:
Lo ideal es que la gente no se acostumbre a lo que hacés.
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