Viví aquella noche como se vive una noche definitiva.
Horas profundas,
suaves dolores.
Suspendido en tiempo y espacio.
Densa actividad mental, pero envuelto en un relajo:
la actividad licuó la violencia.
Viví
esa noche como se vive una noche definitiva.
En
todo momento tuve eso presente.
Siempre
con la piel erizada, con la mirada al frente,
con los sentidos muy alerta.
Pensé en un cuerpo anónimo,
y en estar en los dos lugares del abrazo.
Hay un mandato que no huele a tal,
que es pura satisfacción y pura realidad en
simultáneo:
crecer en lucidez.
Lo pienso, lo digo sin hablar,
sonrío nítidamente.
Soñar no es pensar deliberadamente.
Los
sueños se basan en la realidad,
aunque
cueste asimilarlo.
aunque
la mirada, cabizbaja, devuelva
papeles
quemados extinguiéndose y cenizas,
sin
que nada vaya a pasar después.
La
realidad, como la cadencia de un goteo
que erosiona
las piedras.
Se trata de alfileres en la estructura,
una vez más lo compruebo.
Siempre desafiando los
propios límites
en nombre del deseo
No, mejor: de la
satisfacción. O de su ilusión.
Siempre en carrera, hasta
estar en paz con la mente.
Habito dos mundos,
dos por lo menos.
Las infinitas posibilidades dan miedo…
¡Que todo
tenga un sentido!
que
no sea un capricho…
El
relajamiento mental no parece estar a la vuelta de la esquina.
Todos
tenemos un sueño, o más.
El
mío, en este momento, es dormir.
No
importa si con los ojos cerrados o abiertos.
Dejarse
llevar,
no sentir ansiedad.