viernes, 22 de mayo de 2015

Entrevista a Agarrate Catalina

Fue publicada en la edición de marzo de la revista Billboard Argentina. Acá va el diálogo completo con Tabaré y Yamandú Cardozo, fundadores y compositores principales de la murga uruguaya.


Libertad e irreverencia rioplatenses

Agarrate Catalina, murga uruguaya fundada en 2001, ya recorrió los cinco continentes con sus espectáculos conceptuales, llenos de ironía y humor en sus letras sobre temas políticos y sociales, y el baile, vestuario y maquillaje propios del género.


Por Agustín Vázquez y Lisandro Vives


“Una vez escuché a un político que decía: ´No importa lo que te pregunten, vos decí lo que tenés para decir´. Yo no comparto esa lógica tractor, de doma. También hay que escuchar”, dice Tabaré, que considera que se vive “un tiempo de mucha intolerancia a nivel mundial”. Yamandú explica: “Eso es completamente contrario al camino que queremos recorrer, de encuentro, de conexión”.
Suena paradojal, dicho por los dos referentes de uno de los grupos más icónicos de la murga rioplatense, género que en buena medida se define por su irreverencia, ironía, por la vehemencia de sus textos, que pintan la realidad humana. Ellos son Tabaré y Yamandú Cardozo, hermanos y fundadores de Agarrate Catalina, la murga más conocida a nivel mundial. Talentosos y hábiles para los couplés, saben explicarlo en el marco de una entrevista periodística.
Tabaré, el mayor, ahora está enfocado en la difusión de su último disco solista, Malandra, un trabajo que se caracteriza por la murga-canción pero en clave rockera y que, con el apoyo de la Catalina, se viene presentando todos los jueves de mayo en el teatro ND Ateneo. El conjunto uruguayo -”ese monstruo de 27 cabezas”, como dice Yamandú en alusión a la cantidad de gente que lo compone- ha sido noticia más de una vez en los últimos meses, tanto por la gira mundial de 2014, que los llevó, por ejemplo, a China, Rusia, Egipto, Japón, Corea, Australia, Alemania, Italia, España y Estados Unidos; como por no haber pasado la prueba de admisión para el Carnaval de Montevideo de 2015. A su vez, está previsto que este año presenten un nuevo espectáculo: Un día de Julio.

En muchas de las ciudades de la gira que los llevó a dar la vuelta al planeta, las pantallas exhibían una traducción simultánea en el idioma local, algo indispensable teniendo en cuenta la relevancia que tiene en la murga lo que se canta. Además, en la pantalla y en los programas de mano que se le daban al público, se avisaba a la gente que las caricaturas se le iban a aparecer, le iban a faltar el respeto, la iban a incomodar; que cualquier parecido con la coincidencia era pura realidad, y que se quedaban a ver el espectáculo bajo su propio riesgo.

¿Qué representó para el grupo la gira del año pasado?
Yamandú Cardozo: -Hubo un año y medio de armado, aproximadamente, con mucha expectativa, ilusión, misterio, ansiedad. Era un salto al vacío. Había ahí algo de irresponsabilidad, de arrojo, era algo desmedido ir a lugares tan distantes en todo sentido. Fuimos a países en los que uno quisiera quedarse, pero de los que se va al poco tiempo para seguir por otros destinos. Era importante encontrar los canales, los anzuelos, y en todos los lugares nos comprendieron, nos devolvieron la otra parte del puente, la completaron. Es esperanzador para cualquier expresión artística y popular. No había bandera adentro de las salas donde actuamos, nos dio a entender que hay puntos en común en el arte, aún con una expresión tan vinculada a un sector, a una cultura puntual, de un país pequeñísimo.

Tabaré Cardozo: -Me acuerdo de estar actuando en Corea. Estábamos disfrazados, maquillados, pintados, tocando un ritmo que no conocían, con un coro polifónico, con una traducción simultánea, pero así y todo esos niños coreanos a la orilla del tablado no estaban distraídos, sino en trance. Ahí había algo que trascendía el texto, a pesar de que es algo esencial en la murga. El arte tiende lazos entre los humanos.

Muchos de esos países no tienen nada que ver con lo rioplatense y con la murga, ¿cómo saber que quizás algo dicho podía caer mal?
TC: -La murga es algo muy uruguayo, y Uruguay es un país muy libre, uno de los más libres del mundo en cuanto a libertad de expresión: cualquiera puede decir cualquier cosa de cualquiera, de hecho las murgas se basan en eso, decir lo que sea sin fundamentos. Es un código aceptado, pero es cierto que los parámetros no son los mismos en otros países. Nosotros pretendemos que la caricatura no lastime, sino que sane, que cure, que haga bien. Es difícil que un chiste no le moleste a nadie, entonces hay que ver quién es el otro, el interlocutor. En la gira no hubo problemas.

YC: -Es normal escudarse en la licencia salvaje que da la murga, pero hay que tener cuidado.

¿Cómo es componer en un grupo tan numeroso? ¿Cómo ponerse de acuerdo?
YC: Escribir pensando en más de 20 cabezas es un ejercicio constante y muy lindo. Es necesario consensuar. No hay nada que cante la Catalina con lo que no acuerde todo el grupo: si hay algo que jode a uno, se baja.

En la Argentina hay muchísimas expresiones artísticas, pero ninguna interpela tanto a la política como lo hace la murga en el Uruguay. ¿Por qué creen que es así?
TC: -Creo que tiene que ver con el desarrollo grande que ha tenido en la Argentina el teatro de revista, el teatro popular en general y la televisión. En Uruguay, estamos en la prehistoria de la televisión y en la prehistoria del cine. Además, hay una diferencia de escala geográfica y demográfica: la principal ciudad de Uruguay -Montevideo- es como Rosario o Córdoba. Los artistas callejeros tienen que tener un espacio alternativo, y en ese contexto el teatro no alberga lugar para ellos, la televisión tampoco. Los grandes humoristas del barrio que no accedían a los medios ni al mercado empezaron a ir a los tablados, y la gente fue a ver eso. Creo que también se explica por cierto espíritu libertario del pueblo a la hora de escuchar las irreverencias que la murga tiene para decir.

¿Hay algo que han cantado y que hoy no dirían?
TC: -Sí, hay. Por ejemplo, un couplé que hicimos sobre un exministro de Economía, del Partido Colorado, Alberto Bensión. Decíamos cosas muy duras sobre el tipo, con nombre y apellido. Muy tajante era. Respondía a una época, a una guerrilla cultural que teníamos en la cabeza en ese momento.

YC: -O La travesaña. No hubo intención estigmatizadora ni discriminatoria, pero no lo volveríamos a cantar.

TC: -También somos contradictorios, somos mutantes, y mejor que así sea. No estamos atados a ningún dogma, ni a un estilo inamovible. También cambian las cosas que nos hacen reír.

En la historia del grupo, un cambio paulatino pero grande tuvo que ver con la convocatoria, la masividad. ¿Cómo explican eso?
YC: -Pienso que influyeron la temática humanista, atemporal y universal; la edad nuestra; el hecho de conjugar caminos, recorriendo lo tradicional con un nuevo contenido; el momento político en el que la Catalina despega, con la llegada del Frente Amplio al Gobierno; el ser una murga cooperativa de jóvenes desconocidos...

TC: -Hemos pensado mucho en los motivos y las causas. Nunca encontramos una única causa, y tampoco creemos que la suma de esas posibles razones nos dé la respuesta. Es difícil para nosotros desandar el camino hacia atrás para entender el proceso, no hay manera ya. Al principio fuimos condenados por ser demasiado tradicionalistas, y cuando entramos al Carnaval fuimos condenados por los puristas por ser demasiado jóvenes, o demasiado transgresores. Estuvimos y estamos muy solos dentro del fenómeno del Carnaval: tenemos en contra al establishment y ahora también tenemos en contra al under, que condena la masividad y el éxito. En un país chico, resentido, con una apología del fracaso muy grande eso es condenado por un círculo chico de colegas. Pero la gente que está fuera del micro-mundo se volcó masivamente a la Catalina.

YC: -Pero además, en 2004, el Carnaval empezó a ser televisado para todo el país. Y en los siete años siguientes, la Catalina ganó cuatro veces. Nunca pasó que una murga se metiera en todas las casas.

Yamandú mencionó el contexto político, pero eso también jugó en contra, generó recelo.
TC: -Hemos sido acusados de un vínculo con el poder político, y nos dolió mucho. No estamos atados a ningún dogma, nadie nos baja línea sobre nada. Para nosotros no hay nada más preciado que la libertad, y cuando te casás políticamente con alguien, perdés un poco tu libertad. Por eso no aceptaríamos estar atados a decir algo por alguien. No vamos a hacer nunca un panfleto político desde la murga, ni proselitismo u operaciones. Lo que pasa es que el Pepe (Mujica, hasta hace muy poco presidente del Uruguay) ha tenido mucha simpatía con nosotros y lo ha manifestado, pero se malinterpreta. Nunca sacamos ningún partido de eso. De hecho no pasamos el concurso del Carnaval.

¿Qué creen que ocurrió con el concurso?
YC: -Ya esperaba un carnaval hostil. El microclima dentro de la institución Carnaval ya estaba difícil. Estaban siendo muy hostiles con nosotros en los últimos años, sobre todo en 2012. Por eso yo no esperaba mucho.

Pero no esperaban que la consecuencia fuera la que fue...
TC: -Claro. Sabíamos que iba a ser un homicidio, pero fue especialmente agravado. Eso te quita las ganas y la alegría. Había un caldo de cultivo negativo desde 2008. Las causas y el hecho no me molestan tanto, era previsible, pero sí cómo responde la sociedad ante el éxito. La sociedad uruguaya no está preparada para eso, está en una suerte de adolescencia. Nunca una banda uruguaya había recorrido el mundo, algo parecido pasa con No te va a gustar y La Vela Puerca, que llenan estadios y son injustamente condenados. Tengo la esperanza de que eso va a cambiar. Y estamos tranquilos porque crecimos sin manipular nuestro producto para comercializarlo, ni para masificarlo ni para ganar un concurso. También hemos recibido críticas de gente del teatro, del cine, de la música, algunos muy prestigiosos y queridos; críticas por ir a lugares a los que supuestamente no nos correspondía ir, como el teatro Solís, de Montevideo. Creían que perdían lo suyo a manos nuestras, como si fuésemos un pichón que se comía su nido y los otros nidos, de los otros pajaritos. Uno no está preparado para que los enemigos sean los artistas. El concepto de futbolización es terrible, el arte no debe tener esa lógica.

YC: Hoy en día podemos preparar los espectáculos sin estar relojeando el carnaval, sus estructuras ni su lógica.

TC: Solo nos interesa cantar nuestras... dudas, porque ni siquiera son verdades. Y ser libres, artísticamente y en todo sentido. Poder decir lo que pensamos y sentimos, sobre los temas que nos interesan, somos seres preocupados por la humanidad doliente, por el bicho humano. En la isla del Doctor Moreau no somos el doctor, somos los bichos. Somos victimarios y víctimas de las caricaturas que componemos: criticamos a los uruguayos, ¡pero más uruguayos nosotros no podemos ser, nos llamamos Tabaré y Yamandú! Así que eso es lo que importa, no lo otro... yo tengo ganas de hacer el amor con una señorita, no de ver quién la tiene más larga; para eso Dios nos puso un pito, no para andar comparando. Yo quiero disfrutar, no meterme en un puente chino donde recibo escupitajos, patadas, codazos porque sí, por razones políticas, artísticas, estéticas o las que sea.

YC: La gente te para y te dice “por fin, ahora sí volvieron a ser la Catalina”. Y nunca dejamos de ser nosotros. Pero en el imaginario tal vez hay una idea de lo que sos y de lo que debes ser, y pretenden que uno no se mueva de un lugar. Pero la inmovilidad es la muerte para un artista.

TC: No hay homogeneidad en el público. Hay un cuento que dice que un viejo, un nene y un burro van cruzando un puente. Va el niño arriba del burro, y el viejito al lado. La gente que pasa dice “mirá a este niño, qué desconsiderado, él es joven y saludable, y hace caminar al viejo”. Se sube el viejo, y los que pasan comentan “qué vergüenza, hombre grande, hacer caminar así a un chico”. Así que se suben los dos al burro, pero la gente que se cruzan los critica por maltrato animal, de manera que se bajan los dos. Enseguida, los que andan por ahí los tildan de tarados: “tienen un animal y ni lo usan, se cansan caminando”. El viejo y el niño terminan tirando al burro desde el puente. Por eso digo que si hacés lo que la gente dice, terminás tirando al burro. Es buenísimo que la gente te elija, pero el artista tiene que ir más allá del ego del aplauso.

YC: Lo ideal es que la gente no se acostumbre a lo que hacés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario