lunes, 20 de febrero de 2012

Ya voy

Desperté con un río de sangre que corría por mi axila.
Siempre hay algo que no nos deja pensar,
o dejar de pensar a veces. Nos pincha donde duele.
Nos pincha y nos damos cuenta del pinchazo.

Hoy quiero ir a un lugar mágico.
Cuando supe que quería esto, fui en busca de mis amigos,
a ciegas.

Una recta infinita, sin luz
y casi sin vida,
me transporta al destino inevitable
de encontrarme con mis amigos.
Pero soy curioso, arriesgado,
hasta osado para lo que es esta noche que ofrenda,
y tomo caminos sin seguir un orden.
Pateo este barrio inconmensurable por lo sencillo.

Después de encontrarlos,
mi siguiente deseo sólo es que las horas
queden como colgadas de cables de alta tensión,
o de los balcones, para que no caigan y se estrellen
contra el asfalto castigado.
Que no despierte la luz de su siesta,
porque entonces será el momento de volver
y decir "hasta mañana, nos hablamos".

Horas y horas sin pasar,
y así pasa que no las podemos medir
mientras colmamos nuestras charlas con cerveza,
y nuestras ganas con palabras, llenas de historia,
la nuestra.

Hasta ahora no hubo un adiós,
y lo último que queda al recordar estos cuentos
es la risa de todos, cada una distinta,
haciendo volar un poco la espuma de las cervezas.

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