sábado, 4 de febrero de 2012

Golondrina


Parado sobre el piso helado de un hotel barato europeo,
reflexiono, temblando, sobre las ideas, las decisiones
de los grandes líderes mundiales, influenciado dulcemente
por las digresiones de un filósofo argentino.

Migajas de un sol que recién se despierta
se agolpan en el cuarto de hotel a través de la persiana,
como una ofrenda mínima, tímida, insuficiente.

Abrigado por la imprecisión,
la desprolijidad, la incerteza casi errante
del viajero que rumbea en tierras de la exactitud,
de la corrección como linaje perdido en el tumulto vertiginoso,
empujo cada día la desfachatez que me arropa, me distingue

Llevo conmigo la luz del visitante, del exótico.
Se abren así las puertas de las ciudades europeas
en las que el sol está escondido.

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